Hay miles de historias urbanas sobre este peculiar personaje, que como decía un buen amigo, está siempre rodeado de un áurea de misterio y glamour.
Todos, desde pequeños, hemos oído miles de rumores al respecto, pero jamás se ha descubierto la verdad, y hoy, por fin, esa verdad se va a desvelar y así podremos despejar nuestras dudas, preguntas y cuitas sobre este ser mítico y místico que es el “butanero”.

De todos es sabido que en años pasados, en nuestras casas, no disponíamos de gas natural tal y como lo conocemos hoy, y que para poder tener agua caliente, por ejemplo, dependían nuestras abuelas de que un ser (especie hombre) llevara hasta su puerta una linda bombona de butano.
Este ser iba acompañado de toda la parafernalia que requería para elaborar su trabajo, desde un camión donde transportar dichas bombonas, la carga claro está, y un equipo de compañeros con los cuales se repartía el trabajo. Trabajo, por cierto, difícil, duro, agotador y bueno…, lleno de recompensas si le hacemos caso a esos viejos rumores.

Cuentan los viejos del lugar, que el día que tocaba reparto de butano, los hombres, se ponían nerviosos, ya que sabían lo que suponía la presencia del “butanero” en sus hogares. Todos estaban alerta, todos sabían lo que se contaba en los bares de la zona donde se reunían para el  vermú de las 12, sobre “el trabajo y esfuerzo” del butanero, y como éste era recompensado por más de una vecina.
Cuentan los viejos, que algún chiquillo, mientras jugaba en la calle, avisaba  a los vecinos de la presencia del camión de reparto, a la voz de alarma de “mami, el butaneroooo, ya vieneeee “...Desde ese mismo instante, los hombres temblaban de rabia y las mujeres.., bueno, las mujeres digamos que temblaban por motivos más…más carnales.

Quizá, por eso, la imagen del butanero ha estado siempre tan criticada, y quizá por ello, si hacemos caso a los viejos cuentos, algunas veces oigamos decir eso de…”¿a quien saldrá este niño?, a mi desde luego no, lo mismo es hasta del butanero”.

Y ahí es donde debes pararte a reflexionar, y si te han dicho alguna vez esa frase, desde tu padre, pasando por algún familiar, o amigo, o vecina/o mal intencionada/o…es donde debes empezar a buscar los lazos de unión con el butanero que antaño hacía el reparto por tu barrio, y preguntarte si la próxima vez que le veas, debes de gritarle “¡padre!” y echarte a sus brazos, y más si te han dicho alguna vez, que tienes los ojos o el pelo, o algún otro detalle, sobre todo físico, que se asemeja al “cuerpo de butaneros locales”.

Entonces y solo entonces, encontrarás tu eslabón perdido, ese que ahora te explica con tanta claridad por qué tu color favorito es el naranja, por qué te gusta el sonido de las bombonas al chocar una con otras, por qué al grito de “¡butano!”, se te escapa una lágrima de emoción…y tantas y tantas cosas, que antes, para ti, no tenían sentido.

 Mariam.