“El amor es el motor que mueve el mundo”… Cuántas veces hemos oído decir esta frase y qué verdad es.



El amor ha sido el principio del mundo y es el principio de la vida.
Se empieza con ese lazo de unión que comunica la madre con su hijo, ya en su vientre, y que se plasma real cuando nace. Muchas veces hemos contemplado que este amor es capaz de calmar el hambre, el dolor o el sueño con solo un abrazo de la madre al hijo al sentir éste su calor.
De este amor maternal se pasa al filial y al familiar. Y a medida que el círculo social de una persona se va abriendo, este amor se va ramificando, ya sea por necesidad personal o por la naturaleza del ser en sí mismo.
Su capacidad de amar y de sentir amor es casi infinita y a medida que crece y se desarrolla, esta necesidad de amor se va transformando.
Su entrada en la vida escolar hace que la ramificación se abra rápidamente y aparezca la amistad. Aquí puede sentir desde el amor a su maestro/a hasta el que le inclina a ver a ese amigo especial, ya sea por su liderazgo en la clase como por su timidez con sus gafas y su soledad en los juegos, o aquella chiquilla con largas coletas rubias que le fascina con su sonrisa.
Al llegar a la adolescencia aparece, para su desconcierto, el amor sexual. Empieza a sentir y a amar de distinta forma y por consecuencia a reaccionar de la misma manera. Ya no es solo necesidad de compartir juegos y tiempo. Ahora el simple roce de una mano o el frugal beso de los primeros escarceos amorosos, es todo un mundo de posibilidades para otra forma de amor. Serán los primeros peldaños a subir para llegar al amor en la edad adulta.
Y de aquí hasta llegar a buscar nuestra ” media naranja” y tener pareja, va un paso que damos casi sin darnos cuenta, aunque en esta etapa los amores y desamores puedan jugarnos malas pasadas y resultar casi doloroso.
El amor de pareja nos llevará hasta un nuevo principio de vida con la concepción y llegada de un nuevo hijo. Pero también nosotros seguiremos madurando en el amor y cambiaremos nuestra actitud y capacidad amatoria a medida que pasa nuestra vida.
El amor pasional va dejando paso a un amor más sereno y tranquilo y por supuesto más maduro que iremos dando a los que nos rodean de forma distinta. Empezando por nuestra familia, porque también en ella sus miembros cambian. Los nietos despiertan en los abuelos ese amor añorado y ya lejano que una vez se despertó con los hijos y que ahora, a estas alturas de nuestra vida, nos dará el privilegio merecido de amar a los nietos hasta “malcriarlos” con ese amor desinteresado que es capaz de dar la persona madura.
Y así el ser humano seguirá amando hasta el final de sus días… porque en definitiva, también, en nuestra vida, el amor será el motor que mueva nuestro mundo, AMOR con mayúscula…



FLAN DE CUAJADA

Ingredientes
½ litro de leche
½ litro de nata líquida
2 sobres de cuajada
4 cucharadas de azúcar (más cantidad si se quiere más dulce)
Caramelo líquido

Preparación
Se calienta la leche y la nata. Cuando empiece a hervir, se añaden los sobres de cuajada (ya disueltos en un poco de leche. Se puede batir para que no queden grumos).
El caramelo se echa en el fondo del recipiente.
Cuando empiece de nuevo a hervir, se retira del fuego y se echa en el recipiente. 
Se deja enfriar y se guarda en el frigorífico.